jueves, 9 de diciembre de 2010

la revolución es de quien la trabaja; también tu gobierno

antes de que se me vaya el año, quiero hacer una breve reflexión sobre el tan mentado centenario de la revolución, y en particular sobre el zapatismo.

yo entiendo al zapatismo como un movimiento de reivindicación de las comunidades marginadas, con especial énfasis en las culturas indígenas.

este movimiento tiene como finalidad garantizar dos condiciones elementales:

- el acceso a las oportunidades de sustentabilidad económica para cada individuo en situación de marginación (el factor "tierra")

- el pleno ejercicio de los derechos de los mismos; dicho de otro modo, el que sean libres de represión y libres para realizarse a su modo (el factor "libertad").

para alcanzar esas tan necesarias metas, el zapatismo se vale de dos principales medios:

- en el ámbito político, el empoderamiento de las comunidades y los individuos marginados

- en el ámbito económico, una más equitativa y eficiente distribución de los medios de producción.

planteado de este modo, no puedo más que afirmar que soy zapatista, y que, si este es el legado de la revolución, entonces celebro el que haya tenido lugar ese cambio en la conciencia cívica nacional.

sin embargo, hay quienes han entendido al zapatismo de un modo menos considerado de los derechos de cada individuo que conforma la nación, y más aferrado a la superficialidad de un slogan que a la profundidad de una cosmovisión.

así, por ejemplo, hay quienes interpretan que tanto el empoderamiento como la redistribución deben de ser alcanzados a través de la violencia, porque zapata a fin de cuentas cargaba cananas.

hay incluso quienes piensan que el factor de producción a redistribuirse debe de ser la tierra, y que quienes la deben de poseer, tienen que ser comunidades ejidales, porque, a fin de cuentas, zapata hablaba de "tierra" y planteaba un desarrollo comunitario.

pienso que la actitud de estos fundamentalistas de la vida y obra de un gran pensador, y sobretodo la fijación por el fetiche de los accidentes políticos, económicos y sociales por los que pasó esta gran alma, no solo llevan a posturas desatinadas, sino además retrógradas y hasta regresivas en los mejores casos, y, no está de más decirlo, peligrosas en los peores.

si zapata se levantó en armas fue porque estaba en medio de una revolución armada que arrancó porque no existía un sufragio efectivo como tal; ahora estaría votando, echando a andar una ong o haciendo campaña para conseguir nuestros votos.

otra vez, si zapata habló de tierra, fue porque, en la región en la que vivía, los habitantes de las comunidades marginadas se dedicaban mayoritariamente al trabajo en el campo y no existía mayor alternativa laboral; hoy en día zapata estaría hablando de educación, microcréditos e #internetnecesario.

el hecho de que en el pasado nuestras sucesiones presidenciales y reivindicaciones sociales se arreglaran a guamazos no tiene porqué ser celebrado, ni mucho menos emulado; de hecho, gran parte de nuestro atraso en la tan urgente eliminación de la pobreza se debe a la miseria y el estancamiento que trajeron tantos años de intolerancia, destrucción y muerte, o como le quieran llamar a todas las heróicas guerras intestinas del méxico predemocrático.

del mismo modo, el hecho de que en el pasado el abanico de oportunidades a la disposición de los individuos en situación de marginación, se redujeran a la producción agrícola y ganadera, no tiene porqué condenar a quienes podrían ser grandes médicos, informáticos o ingenieros a trabajar a la venerable tierra, como si estuvieran forzados a vivir en un estado de revolución cultural china, nomás que permanente!

en resumen, creo que nos hace mucho mal que interpretemos a zapata como la deidad de la guerra y de la tierra, a la que aplacamos con avenidas, horratoria, casuales rerreparticiones de bienes raíces y grupos armados; todo eso mientras que las comunidades más marginadas reciben la peor educación, nulo crédito, poca voz, menos voto, y, por supuesto, la menos conveniente de las partes en la brecha digital, además de la más insuficiente de las atenciones en lo que a servicios de salud e infraestructura se refiere, por no decir violencia y discriminación.

zapata fue un impulsor del acceso a los medios de producción para las comunidades más marginadas, el empoderamiento de los subrepresentados a través de una participación ciudadana más incluyente, y la garantía efectiva de los derechos de los individuos propiamente oprimidos.

carámba, si tan zapatistas semos, deberíamos estar hablando de cómo mejorar la educación pública; cómo hacer más incluyente el diseño, la supervisión y la rendición de cuentas en la implementación de políticas públicas; cómo aplanar el acceso a la información y las diversas vías de comunicación; cómo ensanchar las bases de un crecimiento más incluyente y sustentable; cómo alargar el abanico de opciones laborales y empresariales para los que actualmente tienen más reducidas sus alternativas; y, por supuesto, cómo erradicar el abuso de autoridad y la discriminación en las comunidades más alejadas del brazo de la ley; entre otras cosas.

queramos o no, la revolución es de quien la trabaja, y si no la encausamos a través de canales democráticos, las falanges de la intolerancia y la violencia la van a explotar para sí gustosamente, con la misma indiferencia y desconsideración con las que nuestros representantes se sirven de nuestro desatendido gobierno.